Los veranos son como los melones (los de comer, quiero decir). Hasta que no los abres, no sabes cómo van a salir. Se lo digo yo, que solo piso los mercados por razones estéticas, cuando vienen a visitarme amigos de fuera, y que las pocas veces que he intentado abrir un melón, solo he logrado apuñalarlo o, si el cuchillo era de mala calidad, quedarme con la empuñadura en la mano. Pero he abierto ya algunos veranos. Los jugosos y dulces cuyo líquido se desliza por las comisuras de los labios mientras se nos escapa la risa. Los verdes y resecos que, a escondidas y disimuladamente, de espaldas al mar, te hacen contar los días que faltan para la Navidad y pensar que, tal vez entonces, todo vaya mejor y no haga tanto frio. Los veranos inmóviles como lagartos al sol. Los veranos de juventud y los veranos con los que intentamos alargar, y más tarde recuperar, la juventud. Los veranos con niños pequeños intentando que no se despeñen ni se ahoguen ni les coja una insolación. Los veranos de trabajo en ciudades (y cines) desertados especialmente para nosotros. Los veranos enfermos de paños fríos en la frente y labios cuarteados humedecidos por pedacitos de algodón empapados en agua. Los verano de luto. Los veranos de rummy. Los veranos de gin tónics. Los veranos drogados. Los veranos de vampiro. Los veranos perdidos, que pasan como si no los hubiésemos vivido. Los veranos largos en que no ocurre absolutamente nada (y que, en cierto modo, para mí, son también veranos perdidos, a los niños les ocurren miles de cosas, uno tiene que estar muy cansado para que no le suceda nada). Los veranos de las peleas furibundas con los amigos. Los últimos veranos. Los veranos que inauguran el resto de tu vida. Los veranos en que descubrimos que el verano no es una estación sino una o varias personas. Los veranos de “En busca de el tiempo perdido” y nada más. Y los veranos en que entendemos que lo que tememos no es el regreso a la rutina, al trabajo, a los días más cortos, sino el rencuentro con nosotros mismos. Y los veranos en que por fin logramos dejar de ser nosotros mismos durante un rato (durante un baño en alta mar), durante unos días, durante unas semanas, durante un verano. Suerte con el melón, que no se queden con la empuñadura en la mano.

MILENA BUSQUETS – Artículo publicado en el diario El País el 10.08.15

Video: José Menéndez

El tiradito de pescado es una forma fácil y rica de comer pescado en su estado más puro. El video de Cristián te enseña a hacerlo de una manera simple y te deja entrar por un ratito en la hermosa y mítica cocina de Patagonia Sur, el restaurante que tiene Francis Mallmann en La Boca.

TIRADITO DE MERO – Cristián Menéndez

Mero fresco   1 unidad
Aceite de oliva extra virgen   C/N
Aceite de sésamo   C/N
Ajo   2 unidades
Cebolla de verdeo   1 atado
Jalapeño   1 unidad
Eneldo   1 atado
Cilantro   1 atado
Perejil   1 atado
Alcaparras   C/N
Sal marina en escamas   C/N
Huevos   2 unidades

 

 

«– Es todo un éxito- dijo el señor Bankes, dejando un momento el cuchillo.
Lo había saboreado con atención. Era tierno y sabroso. Estaba en su punto. ¿Cómo había conseguido aquellos ingredientes estando en el campo?, le preguntó. Era una mujer maravillosa. Todo su amor y su admiración habían regresado; y ella lo notó.
– Es una receta francesa de mi abuela -explicó la señora Ramsay con un deje de profunda satisfacción.
Pues claro que era francés. Lo que pasa por cocina en Inglaterra no es sino una aberración (todos estuvieron de acuerdo). Consiste en hervir coles. En asar carne hasta que está como una suela de zapato. En pelar las deliciosas mondas de las verduras.
– Que además es donde están todas las vitaminas -añadió el señor Bankes.
Era un auténtico desperdicio, coincidió la señora Ramsay. Con lo que tira un cocinero inglés podría vivir una familia francesa.»

AL FARO
-Virginia Woolf

UNA ESTRELLA DE NAVIDAD1)    Precalentar el horno a 175ºC.
2)    Derretir el chocolate con la manteca a baño de María o en el microondas. Agregar el azúcar, la esencia de vainilla, el huevo, la harina y una pizca de sal. Batir con batidor de mano por 1 minuto.
3)    Volcar en un molde pequeño (no más de 22 cm) enmantecado.
4)    Cocinar por 20 minutos aproximadamente o hasta ver que el centro está cocido.
5)    Dejar enfriar y desmoldar.
6) Batir la crema de leche con el azúcar impalpable a punto chantilly.
6) Distribuir una capa de dulce de leche repostero, cubrir con la crema y las frutillas. Terminar con ralladura de naranja o mandarina. 


Para un molde de 22 cm.
Manteca   85 g
Chocolate semi amargo   225 g
Azúcar   150 g
Esencia de vainilla   1 cdta
Huevos   1 unidad
Harina 0000   35 g
Sal   1 pizca

Dulce de leche repostero   400 g
Crema de leche   200 cm3
Azúcar impalpable   20 g
Frutillas   1/2 kg
Ralladura de naranja o mandarina   C/N

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ximena_saenz_275
1) Pelar y rallar dos papas medianas. Sumergirlas en agua para sacarles el almidón.
2) Colar las papas y agregar sal, pimienta, una clara y media cucharada de almidón de maíz.
3) Calentar una sartén con una buena cantidad de manteca y aceite de oliva.
4) Tomar con la mano un puñado de la mezcla de papas, aplastarlo sacando el exceso de líquido y acomodar sobre la materia grasa caliente.
5) Cocinar a fuego medio por 5 a 7 minutos de cada lado, hasta que estén bien doraditas.
6) Lavar los espárragos y cortar las puntas. Hervir en agua con sal por 5 minutos.
7) Para hacer unos huevos poché (apócrifos), hay que enfilmar dos tacitas. Aceitar todo el film con las yemas de los dedos y romper un huevo en cada una. Cerrar el film con un nudo, tratando de sacar todo el aire y cocinarlo en agua casi hirviendo a fuego bajo por 4 minutos exactamente.
8) Una vez que los huevos están listos, abrir la parte de arriba del nudo con una tijera y quitar el film con mucho cuidado.
9) Servir las papas crujientes con el huevo encima y los espárragos a un lado.


Para 2 personas:
Latkes
Papas medianas   2 unidades
Clara de huevo   1 unidad
Almidón de maíz   1/2 cucharada
Sal y Pimienta negra
Manteca   50 g
Aceite de oliva   1 cda

Espárragos   1 atado 
Huevos   2 unidades
Sal y pimienta

BRUNCH DE PRIMAVERA
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BRUNCH DE PRIMAVERABRUNCH DE PRIMAVERABRUNCH DE PRIMAVERABRUNCH DE PRIMAVERA

«5 de julio de 1969,

 A la mañana en la cocina sobre la mesa está el huevo.
Miro el huevo con una sola mirada. Inmediatamente me doy cuenta de que no se puede estar mirando un huevo tan sólo: ver el huevo es siempre hoy: apenas veo el huevo ya se siente haber visto un huevo, el mismo, hace tres milenios. -En el mismo instante de ver el huevo él es un recuerdo de un huevo. -Sólo ve el huevo quien ya lo ha visto. Como un hombre que, para entender el presente, necesita haber tenido un pasado. -Al ver el huevo ya es de inmediato demasiado tarde: huevo visto, huevo perdido: la visión es un calmo relámpago. -Ver el huevo es la promesa de llegar a ver de nuevo un día el huevo. -Mirada corta e indivisible; si es que hay pensamiento: no lo hay: hay un huevo. -Mirar es el necesario instrumento que después de empleado, tiraré. Me quedaré sin el huevo. -El huevo no tiene un sí mismo. Individualmente no existe.
Ver realmente el huevo es imposible: el huevo es superinvisible así como hay sonidos supersónicos que el oído ya no oye. Nadie es capaz de ver el huevo. ¿El perro ve el huevo? Sólo las máquinas ven el huevo. La grúa ve el huevo. -Cuando yo era antigua un huevo se posó en mi hombro. – El amor por el huevo tampoco se siente, el amor por el huevo me es supersensible, no alcanza para llegar a saber que se siente. Uno no sabe que ama el huevo. -Cuando yo era antigua fui depositaria del huevo y caminé leve para no turbar el silencio del huevo. Cuando morí, me sacaron el huevo con cuidado: todavía estaba vivo. -Así como no se ve el mundo por ser obvio, no se ve el huevo porque es obvio. ¿El huevo ya no existe? Está existiendo en este instante. -Eres perfecto, huevo. Eres blanco, huevo. -A ti te dedico el comienzo. A ti te dedico la primera vez.
Al huevo dedico la nación china.»

REVELACIÓN DE UN MUNDO
– Clarice Lispector

«DIARIO DE RUTA

                                                                                              Martes, 22 de junio

                          Desayuno: naranjas, bizcochos, café.

8.40 h. 45°C.
8.41 h. Partida.
8.44 h. Nos detenemos en plena autopista por una falla técnica: nos habíamos olvidado de bajar el fuelle del techo.
8.50h. Paradero: AIRE DE SÉNAS.
Orientación de Fafner: E.
Parking siniestro.
9 h. Partida
9.01 h. A la derecha, los montes Alpilles.
9.05 h. Peaje. Fingimos por segunda vez haber perdido el ticket y pasamos sin problema, luego de pagar 85 francos.
9.20 h. Otro peaje: 5 francos.
9.21 h. Paradero: AIRE DE LANCON.
Orientación de Fafner: S.S.O.
Hotel, restaurante, gasolina, oficina de turismo.
Nos instalamos en el hotel.

                         Almuerzo: Jamón crudo, faux-filet frites, ensalada, queso, café (en el restaurante).

                         Cena: Carol olvidó registrarla. Comimos en el restaurante del hotel.

JULIO CORTÁZAR Y CAROL DUNLOP
– Los autanautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-Marsella